Madonna en Barcelona: la maximalista (y merecida) reivindicación a sí misma

Poca gente te puede hacer esperar hora y media mientras desfalleces de calor y que al salir se te olvide cualquier atisbo de cabreo, y una de ellas es Madonna. Y es que, aparte de su estatus de reina del pop, puede que estemos ante la última gira de la artista, al menos en los términos acostumbrados, así que no hay lugar para la indignación. Y más si nos encontramos ante un repaso de su carrera en particular, y de la historia del pop en general, a través de un show como pocos

Abrió la veda con Nothing Really Matters, de primeras un poco fuera de lugar debido a la cronología del concierto, pero que a modo de declaración de intenciones y leitmotiv de la gira sobre la importancia del amor, funciona. Un tema manido del que luego suelta un speech no demasiado sorprendente, pero que sirve para mostrarse cercana y conectar con el público. Pero después de esta introducción comienza el verdadero repaso a sus comienzos, con Everybody, Holiday, Into the Groove, y Burning Up, ambientadas en el Nueva York de los 80, con la fiesta y el desparrame de de aquellos años. Sin embargo luego deriva en el drama del SIDA de la época con una enorme Live to Tell en lo que posiblemente fue el momento más emotivo de las dos horas. Incluso intimista, a pesar de que ella volaba sobre el escenario dentro de un cubo. Termina esta sección con una Like a Prayer espectacular en lo que se refiere a puesta en escena, pero en una versión un tanto cuestionable (una de las excepciones, ya que, a diferencia de otras giras, la mayoría de temas se mantienen fieles a las originales). Eso sí, el guiño a Prince, que participó en aquel disco, fue todo un acierto, a diferencia del de Michael Jackson de más adelante.

Después llegaba la parte picarona reivindicando sus primeros noventa, con especial peso de Erotica, disco tan vilipendiado en su momento, del que incluso tras esta sección interpretó también la balada fan favourite Rain. Además de esta, el tema titular y un fragmento de Fever, también recuperó del cajón (30 años sin cantarla) Bad Girl, en una de sus mejores interpretaciones vocales de la noche. Y hablando de este asunto, salvo algún playback descarado como el de Erótica, el directo era la tendencia en contra de lo que muchos decían. Continuó con Vogue, que fue alargada (quizás demasiado) con un show de voguing intermedio con ella y Arca (que pinchó como telonera) a modo de jueces, que casaba con el espíritu liberador del fragmento, cosa que Hung Up no demasiado. Eso sí, a pesar del comienzo con Tokisha, luego sonó como tenía que sonar, y no con esas horribles remezclas de anteriores giras. Tampoco pegaba mucho, pero se agradeció su presencia, el fragmento de la azucarada pero encantadora Crazy for You, que cerró sección.

La siguiente parte era un poco cajón desastre donde todo cabía, pero recuperar Die Another Day y Don’t Tell Me, esta última por fin en su más pura esencia electro-country, fue una gozada. No faltaron homenajes a grandes figuras, con especial atención a Sinead O’Connor, para entonar Mother and Father, el único no-single que interpretó. Y se agradece en realidad este tipo de concesiones menos evidentes y comerciales de su carrera. Lo que no se agradeció fue la versión de I Will Survive, la verdad. Por suerte luego apareció en escena La Isla Bonita a salvar el segmento, enlazándola con un fragmento de Don’t Cry for Me Argentina en modo cafeínica que fue tan vergonzante como gustosa.

En la recta final siguió en los 90 con la inesperada Bedtime Story, aquel tema compuesto en parte por Björk en la que esta se negó a participar vocalmente; una eufórica remezcla de Ray of Light con una base digna de Prodigy, y de nuevo con ella volando sobre el público; y la mentada Rain, una preciosidad que tampoco cantaba desde hacía tres décadas. Y después de un prescindible interludio que mezclaba Like a Virgin con Billie Jean, todos sus bailarines aparecieron vestidos al estilo de las diferentes épocas de la artista, y entre fragmentos de Give me all your luvin y Music entrelazados, cerró el concierto con Bitch, I’m Madonna, auténtica reivindicación de sí misma.

Y esto es lo mejor de esta gira, una constante reivindicación de sí misma, algo que siempre ha sucedido, pero en este caso elevado a la máxima potencia, en un ejercicio de ego tan exagerado como justificado, eligiendo hits, sí, pero también canciones no tan exitosas que le apetecía recuperar. Todo con ese sentido del espectáculo que solo ella maneja. Se trata de una gira hecha para sus fans, sí, pero también para sí misma, y se nota, ya que, incluso a pesar de lo calculado que está todo, queda claro que disfruta hasta el último minuto; algo que sus verdaderos fans agradecemos y valoramos.

Compártelo:
Tags:

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.